Cuando nacimos de nuevo, invitamos a Dios a ser nuestro Padre, a Jesús a ser nuestro Señor, y al Espíritu Santo a morar en nuestros espíritus. Ellos quieren comunicarse con nosotros. Aprender a escuchar la voz de Dios requiere tiempo y práctica. Requiere callar y escuchar su voz para que le hable a tu espíritu, y aprender a cortar las influencias que tratan de ahogar su voz. Pero Él siempre está cerca, y siempre está dispuesto a llenar nuestros corazones y mentes con Su amor.